miércoles, 15 de octubre de 2008

¿Y si con la calderilla acabaramos con el hambre?


Hoy no he podido ir a clase, una mala cena ha tenido la culpa.
Pero eso no ha impedido que lea la prensa y quiera comentar esta noticia, que el País destaca como impresionante.
Acción Contra el Hambre revela en un estudio que 19 millones de niños podrían salir de la desnutrición a la mitad del coste de la T-4 madrileña. Y después de leer esto me pregunto, entonces, a qué esperamos, qué pretendemos, qué nos pasa para no parar esta ola de desnutrición que hace que cada vez más niños mueran.
El gobierno prometió 500 millones de euros para paliar los efectos del hambre, pero esos 500 millones no aparecen, no aparece esa ayuda tan indispensable para aquellos que no entienden de economía, crisis, ni empresas, tan solo tienen hambre.
Cada vez que derrochamos, perdemos la oportunidad de salvar una vida, de ayudar a llenar la boca de alguien que no lo hará por gula sino por necesidad, por el mero derecho de vivir, de alimentarse tal y como nosotros lo hacemos.
Tal vez esto suene a populismo barato, a campaña de Navidad o a típica propuesta utópica, pero sé y conozco la posibilidad de poco a poco desde cada uno de nosotros ayudar a esa gente.
Ahorremos tan solo unos euros a la semana, quitándolos de pequeños caprichos como tabaco, golosinas, menos cafés en la cafetería de la universidad y por consiguiente más ir a clase, así no sólo ayudaremos a esta gente sino que nosotros iremos a clase.
En resumen, ya que los que pueden , es decir los gobiernos escurren el bulto, no hagamos nosotros lo mismo y en la medida de lo posible ayudemos a quien lo necesita.

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